Para Pesadilla en la cocina
no importa la distancia. Si un restaurante está en apuros, Alberto
Chicote viajo a Estados Unidos, Miami..
Por primera vez
Chicote hace las maletas para asumir un reto insólito y novedoso en la
historia del programa: cruzar el Atlántico para atender la llamada de
socorro de un restaurante en Miami, el Sip. Un local latino de comida
internacional con una singular historia a sus espaldas: el Sip está
regentado por un matrimonio de balseros que escapó de Cuba hace más de
diez años y por una pareja de ex policías con altas pretensiones para su
local. Además, el restaurante esconde un problema al que jamás se había
enfrentado Alberto Chicote, un restaurante sin cocina.
Ubicado en una zona
privilegiada de la séptima ciudad más grande de USA, Miami, el Sip es un
restaurante regentado por cuatro socios de origen cubano que nunca
antes habían trabajado en el negocio hostelero y para quienes su
aventura gastronómica suponía la culminación de toda una vida de sudor,
riesgo, esfuerzo y duro trabajo. Sobre todo para Marelys, enfermera de
profesión y balsera huida de Cuba, y para Eddie, amigo de ésta y
ambicioso ex policía, ambos cabezas visibles del restaurante con
intensas historias a sus espaldas. La de Marelys, una estremecedora
historia de superación protagonizada por ella y su marido, que después
de 16 duros intentos consiguió escapar de su país para vivir el “sueño
americano”. Pusieron en peligro sus vidas y las de sus hijos, vivieron
largos días de espera y separación en sus conatos de huida e incluso
sufrieron la soledad de la cárcel. Y la de Eddie, un ambicioso ex
policía que tras años de sacrificio en una peligrosa profesión decidió
abrir, con demasiadas pretensiones, un restaurante propio para disfrutar
sin esfuerzo del resto de su vida.
Ahora ese sueño
americano se está resquebrajando por la absoluta ignorancia de los
dueños en hostelería, la falta de mando y un problema ante el que
Alberto Chicote se queda sin palabras: el restaurante no tiene cocina.
La única fuente de calor que tienen para preparar la comida caliente son
hornillos portátiles similares a los camping-gas. Como consecuencia, el
restaurante se llena de humo constantemente, la comida sale con retraso
en la mayoría de los servicios y el descontrol entre la chef y el
ayudante de cocina es total, ya que ella ha tomado la determinación de
preparar tan sólo los platos fríos en otra sala y dejar que su ayudante
se encargue de los platos de elaboración más complicada en la “cocina”.
Además, el calor que se acumula en esta cocina debido a la falta de
extracción de humos es intolerable y peligroso.
Tras hacer la primera
degustación e inspección del local Alberto Chicote descubre que Eddie
gastó una enorme cantidad de dinero en decorar el local y conseguir la
licencia para vender alcohol pero olvidó la más importante: conseguir la
licencia para tener una cocina. Su obsesión por abrir el local lo antes
posible lo llevó a solucionar el problema colocando hornillos
portátiles en una habitación sin ventanas y llamar a eso “cocina”. A
partir de ese momento, el lugar en el que los cuatro socios habían
puesto todas sus esperanzas comenzó a desmoronarse.
Choque de culturas
En su aventura
internacional Alberto Chicote tendrá que enfrentarse a una idiosincrasia
completamente diferente a la que se enfrenta habitualmente en nuestro
país, a un público con unas demandas gastronómicas distintas y a otro
tipo de conceptos culinarios. Un choque cultural que se convierte en uno
de los grandes desafíos del chef y del programa en esta tercera
temporada.
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