La fibra regula la función intestinal, mejora los niveles de glucosa en
sangre y los perfiles de lípidos en la sangre, además produce un efecto
saciante que contribuye al control del peso. Diversos estudios relacionan su
consumo con la prevención de enfermedades cardiovasculares, la obesidad, la
hipertensión, entre otras patologías.
Según informa la Fundación
Española del Corazón (FEC), una investigación reciente, publicada
en Stroke: Journal of the American Heart Association concluye que su ingesta
reduce del riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular por primera vez.
El grupo de investigadores, encabezado por la Dra. Diane Threapleton,
de la Universidad de Leeds (Reino Unido), investigó bases de datos sobre
estudios que relacionaran el consumo de fibra y la incidencia del primer
accidente cerebrovascular hemorrágico o isquémico. En total, ocho estudios
realizados en Estados Unidos, el norte de Europa, Australia y Japón, y
publicados entre enero de 1990 y mayo de 2012, reunieron los criterios de
inclusión.
Los resultados apuntaron a que cada aumento de 7 gramos en la ingesta
total diaria de fibra se asociaba con una disminución del 7% en el riesgo de
sufrir un accidente cerebrovascular por primera vez. En general, los hallazgos
apoyan las recomendaciones dietéticas para aumentar la ingesta de fibra
dietética total, ya que no se encontró una asociación entre la fibra soluble y
el riesgo de accidente cerebrovascular y no existían suficientes datos sobre la
insoluble para sacar conclusiones. Según los autores, resulta necesario
realizar futuros estudios para centrarse en el tipo de fibra y para examinar
por separado el riesgo de accidentes cerebrovasculares isquémicos y
hemorrágicos.
La fibra está presente en las frutas, verduras, semillas y legumbres. Hay
que diferenciar los tipos de fibra que existen: la insoluble (que no se
disuelve en agua) y la soluble (que sí se disuelve). Ambas son beneficiosas
para la salud. Las solubles podemos encontrarlas en manzanas, naranjas,
zanahorias, brócoli y cebollas. También en el salvado de avena, cebada, nueces,
almendras, avellanas, y legumbres. Las insolubles están presentes en la parte
externa de semillas y granos, salvado de trigo, maíz, cereales integrales, en
las cáscaras de las manzanas y peras, en la parte blanca de las frutas cítricas
y en las legumbres.
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